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sábado, 24 de agosto de 2013

Capítulo 18

Aparca su moto en un parking cerca de la estación de metro de Tarragona, andan un poco y llegan a su destino. Hotel B, en plena Plaza España. Paola se queda boquiabierta, sabe de sobras lo caro que es ese hotel, ella misma le pago una habitación a sus padres que costo casi 200 euros. Entra de la mano de Fabián, tan elegantes los dos. Es increíble lo que está viviendo. Se paran en recepción, Fabián da sus datos y la joven recepcionista le da la llave de la habitación. Suben en ascensor hasta la cuarta planta, en la quinta esta la piscina que deja ver las increíbles vistas de Barcelona. Mete la llave en la ranura y… ¡increíble! Es todo mejor de lo que había imaginado. Una cama de matrimonio llena de peluches de corazones, la habitación llena de velas, luces románticas… y un sobre en la cama.
- Dios… No tengo palabras. ¡Eres genial! – y le da un beso en el que casi le salen las lágrimas, esta increíblemente emocionada.
- Es un menos de lo que te mereces, mi princesa.
- No digas bobadas, ¡por favor! Ni de lejos me merezco esto, tú me lo estás dando todo sin ni si quiera pedírtelo, ¿sabes lo que es eso? ¡A mí nunca me habían tratado tan bien! Nunca me habían hecho sentir una princesa… ¡Que digo princesa! Una reina, eso es lo que me haces sentir, me encantas, cariño, me tienes locamente enamorada.
Y se besan. Momentos de esos en los que no hacen falta palabras.
- ¿Y ese sobre? – dice ella, curiosa, mordiéndose el labio.
- Más adelante lo veras, amor… No seas tan impaciente como siempre.
- ¡Jo! Es que como me haces estas cosas sabiendo lo tonta que me pongo…
- Porque me encanta cuando te pones así de tonta.
- ¡Te quiero! ¡De verdad!
- Yo te amo princesa.
- Calla mi rey, esta noche es nuestra, ¿vale? Me comprometo a hacerte feliz cada segundo de mi vida. ¿Tú te comprometes?
- Desde que te conocí me prometí hacerlo… Espera, mira. – va a la pequeña neverita y saca de ella una botella de Champan, coge de un armario dos copas y sirve un poco en cada una de ellas. – Vamos a brindar. – le da una copa.
- ¡Vale! Por ti, por mí, por siempre.
Chin-chin. Un brindis por el amor. Por el amor al amor. Por la felicidad. Por todo lo que están consiguiendo juntos.
- Ahora vengo, cariño.
- ¿Dónde vas?
- No tardo nada, ponte cómoda.
Él sale por la puerta, ella se queda ahí, sola. Ilusionada. E intrigada. Tanto, que decide abrir el sobre. Una carta. En la parte de atrás, de diferentes colores, está escrito ‘Recuerda sonreír’. Se decide a leer, temblorosa, con miedo de que entre y le vea leyendo eso, que todavía no le ha dado permiso.
“Hola cariño, ¿te gusta la habitación que he reservado para ti? Yo creo que te encantará, pero eso no me importa, porque yo haré que sea la mejor noche de tu vida. Sé que es pronto para decirlo, para mandarte una carta explicándote mis sentimientos, pero solo tú, en días, has conseguido ser la razón de mis razones, el motivo por el que levantarme por la mañana y pensar que no será una mierda de día. Tú, con tu sonrisa, tus palabras, tus enfados de niña pequeña, tus besos, tus abrazos, tus caricias… simplemente tú. Me has enamorado, y esto ya son palabras grandes. Tan grandes como tú, bueno, no, eres tan grande que nadie se te iguala. No tengas miedo, ¿vale? Yo nunca te haré daño, yo nunca te dejare sola, si te caes, me acuesto contigo, si piensas que es un mal día, te haré ver que puede que lo sea, pero que no es una mala vida. Déjame demostrarte que no soy como los demás, déjame demostrarte que no te equivocaste que elegiste a quien justo va a darte el mundo que soñaste. Las palabras se quedan pequeñas para sentimiento tan grande. No me imagino una vida sin ti, no me puedo ni quiero imaginar que una mañana me despierte y no reciba tus buenos días, no puedo imaginarme no verte los jueves a la salida del instituto y que te avergüences porque no te gusta cómo te queda el chándal y no puedas ni mirarme a la cara. No puedo imaginarme sin tus gritos cuando acelero con la moto y tus suspiros cuando te como a besos. No puedo imaginarme el día a día sin ti, sin esas pequeñas cosas que te hacen ser la única. No la primera, pero te prometo que serás la última. Imagínate tú y yo, casados, con dos hijos, luna de miel en Paris, o en Londres, o en Hawái, o en Brasil… en cualquier sitio, pero con el mismo anillo en tu dedo corazón. ¿Mi corazón? es tuyo, cuídalo. Te voy a llenar de amor y de sorpresas, voy a hacerte feliz hasta que me falte el aliento, voy a luchar por ti como nunca lo había hecho por nadie y ¿sabes porque? porque eres a la única que he querido de verdad. Te amo princesa.”
Lágrimas. De felicidad. De emoción. De incredulidad. ¿Cómo se puede tener tanta suerte? ¿Cómo de un día para otro eres la niña más feliz del universo? Y