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sábado, 10 de agosto de 2013

Capítulo 11

Para Lucia, no están siendo unos días fáciles, aunque intenta que no se note su tristeza con su familia y amigos cercanos, ella siempre ha sido fuerte. Nunca se ha hundido por ningún tío, y mucho menos va a hundirse ahora. Pero lo quiere, sabe que lo quiere porque ha pasado mucho tiempo, muchos hombres por su vida y sigue siendo su primer pensamiento. No le importa quien, venga, quien se vaya, quien sea ‘X’ cada vez que diga que se ha enamorado de ‘X’, porque al fin y al cabo, en el fondo, sigue estando él. Como hace muchos años atrás. Fue su primer amor, la primera vez que sintió de verdad las mariposas en el estómago. Siempre había sido ella la que jugaba, la que elegía cuando y donde comerse a su presa, pero esta vez no lo tiene tan fácil. Él no está, ya no está. Y por mucho que se tema, no va a volver. Ha decidido intentar olvidarlo de todas formas. ¡Tiene dieciocho años! Está en plena flor de la vida, no puede permitirse esto. Son las diez de la mañana y entra a trabajar en la Shana de La Maquinista, solo lleva una semana ahí y se siente como en casa. Es su mundo, aunque tenga que doblar, ordenar y limpiar, se siente a gusto. Todos los chicos que entran acompañados de sus parejas se la quedan mirando, ella sabe que es imposible que no la miren. Es preciosa. Y no es ser creída, es que sabe que tiene razón. Ha nacido a su madre, rubia con los ojos celestes más llamativos del mundo, a pesar de rondar ya los cincuenta años, a su lado parecen hermanas. Le gustaría conservarse tan bien como ella, llegar a esa edad y tener un marido que la quiera, la respete y unos hijos que den todo por ella. Es hija única, a pesar de que el marido de su madre tiene un hijo, de dieciséis años, moreno con los ojos verdes. Pero no, no le gusta. Ella solo puede fijarse en Fabián. Nunca ha conocido un chico como él.
De repente, entran en la tienda un grupo de cuatro chicos que tendrán entre dieciocho y veintiún años. Se fija en uno de ellos. Moreno, tanto de piel como de cabello, con unos ojos celestes aún más llamativos que los de su madre. ¡Madre mía! Se está poniendo nerviosa. Se dirigen a ella.
- Hola. Mi amigo está buscando un vestido para su parienta, de esos con mucho escote y más bien cortitos, ceñidos. – el que habla es el de los ojos celestes.
- Vale, por aquí. – y los guía hasta la sección de vestidos – el más ceñido y escotado que tenemos es este, es precioso y si tiene pronunciados pechos y caderas, le quedará genial. ¿Sabe las medidas de su novia?
- Bueno… Muy bien no, pero supongo que es como tú dices. Dame una S y si tengo algún problema lo vendré a descambiar. – esta vez es el chico con novia el que habla, un poco avergonzado. Mide, más o menos, 1’72cm, es musculado, con barba incipiente y ojos marrones, pero que destacan. Es moreno, aunque su piel es un poco pálida.
- Bien. – y se dirige hacía el mostrador, paga y se van.
Todos menos uno. El chico de los ojos celestes que quiere charlar un poco más con ella.
- Perdona que te moleste, pero ¿tienes WhatsApp? Me gustaría conocerte y no tener que pasarme cada día por aquí.
- Sí. – avergonzada, por primera vez en mucho tiempo, le empieza a recitar su número. Suerte que se lo sepa de memoria.
- Y… ¿tú nombre?
- Me llamo Lucia.
- Encantado. – dos besos – Yo Iván. Te escribo, ¿vale? Cuídate, preciosa.
Nunca le da el WhatsApp a ningún chico pero viendo cómo se aleja y deja mostrar todo su cuerpo, está más que orgullosa de haberlo hecho. ¡Que culito! Y bajo su camiseta se puede ver un poco de un tatuaje que tiene en el pecho. Dios, como le ponen los tíos tatuados. Si Fabián tuviera un tatuaje, sería incomparable a cualquier otro. Pero, ¡joder! Otra vez piensa en él. Ya ni un tío bueno hace que se olvide. Se está empezando a obsesionar. Bueno, la obsesión viene desde hace muchos años atrás.
La mañana resta sin importancia en aquella tienda de ropa. No hay mucho trabajo, ya que es un jueves cualquiera por la mañana. Los fines de semana se suele llenar más. Ahí es cuando se empieza a agobiar y no sabe muy bien que hacer. Jóvenes o viejas le matan a preguntas de todo tiempo. Pero, es fácil, en cada prenda de ropa pone la talla. ¡No es tan difícil de mirar! Pero a la gente, como no, le gusta tocar los cojones.
En esa mañana ha pensado en cambiar, en convertirse en otra persona. Más simpática, alegre y quizás, menos egocéntrica. Pero uno no puede cambiar su forma de ser… pero es que a ella, esa forma de ser le ha llevado a perder a la persona que más quiere en el mundo.

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